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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS

 

Revisión poética del clásico de Anton Chéjov. Una obra sobre el tiempo, sobre la acción y el inmovilismo, sobre los recuerdos como un lastre que impide ver la realidad. La destrucción y los vientos de cambio.

 

Año de estreno: 2015

 

→ Dirección, traducción, iluminación y escenografía: Jaroslaw Bielski
→ Autor: Anton Chéjov
→ Versión: Mikolaj Bielski y Jaroslaw Bielski
→ Producción ejecutiva: Socorro Anadón
→ Ayudante de dirección, comunicación y diseño: Mikolaj Bielski
→ Figurines: Rosa García Andújar
→ Diseño del cartel: Jaime Nieto
→ Sastrería: Silvia Ramos
→ Fotografía: Mikolaj Bielski y Antonio R.Barrera
→ Compañía: Réplika Teatro

→ Reparto: Antonio Duque, Socorro Anadón, Manuel Tiedra, Raúl Chacón, Rebeca Vecino/Ángela de la Fuente, Javier Abad, Antonella Chiarini.

 

 

ENTREVISTA DE LA GUÍA DEL OCIO A JAROSLAW BIELSKI

 

1. ¿Por qué en los últimos años surge el interés por Chéjov en algunos teatreros y vuelven sus obras a la cartelera?

 

Tal vez la respuesta está en su latente actualidad. Chéjov escribía en una época de profundos cambios en Rusia. Hoy los cambios azotan a España de manera muy sensible. Los jóvenes no encuentran material dramático adecuado para expresar su desilusión por la situación en la que viven. Los personajes de Chéjov se hacen preguntas importantes acerca de su identidad, de su papel en la sociedad, en la familia, están llenos de contradicciones, se sienten fracasados, engañados, sin futuro, como la mayoría de los jóvenes de hoy. ¿Tal vez por eso vuelve Chéjov?

 

2. ¿Para el público actual, cuál puede ser el sentido más profundo de «El jardín de los cerezos»?

 

Para mi es un texto sobre la pérdida del paraíso, de la inocencia, de la infancia. Esa pérdida, a veces, se produce no sólo por el paso inexorable del tiempo, sino por vivir ese tiempo de manera «inútil», anclado en el pasado, sumergido en costumbres y convicciones caducas, rancias; en definitiva, por vivir de espaldas a la sociedad, a los cambios que se producen en ésta en la actualidad. Hay una parte de la sociedad que no ve, o no quiere ver, que el pasado ya no va a volver, que hay que tomar decisiones, a veces dolorosas, para salir adelante. Al no tomarlas se destruye todo el patrimonio cultural, familiar, sentimental. De eso habla «El jardín de los cerezos». El jardín es un símbolo del inmovilismo, de la falta de previsión, de no ver más allá de las hojas de los cerezos, por muy bellas que éstas sean.

 

3. ¿Cuáles son las claves de vuestro montaje?

 

Sobre todo, la universalidad del lenguaje de Chéjov. Quiero presentar a un Chéjov actual. No como una reconstrucción folclórica de un autor, que muestra una sociedad rusa en una época pasada, con unos problemas circunscritos a una época y a un país lejano, sino como un autor de hoy, cercano a los problemas de la sociedad en la que vivimos ahora, en España, y no a los de hace más de cien años en una hipotética Rusia del siglo XIX. Tal vez, al conocer el idioma, puedo permitirme el hecho de traducir y adaptar a este autor directamente, sin privarle de la belleza de su lenguaje y de la profundidad de sus personajes, y acercarlo algo más a la actualidad. Creo firmemente en que no se puede hacer hoy a Chéjov tal y como se hacía antes. Ese tipo de teatro ya no se debe hacer, o por lo menos a mí no me interesa. Hay que permitirle a Chéjov hablar al público de hoy. En ese punto empieza el trabajo del director de escena.